Comentario
Pese al aluvión de malas noticias la situación de Singapur no era angustiosa en aquellos momentos. En Malasia estaban aún intacto el 3er Cuerpo de Ejército británico (divisiones 9ª y 111ª angloindias y 111ª australiana), las defensas de la isla se consideraban invulnerables y, además, desde el 2 de diciembre fondeaba en la base naval la escuadra de Sir Tom Phillips, formada por dos grandes y modernos acorazados, Prince of Wales y Repulse, y cuatro destructores.
Pero todo empeoraría en cuestión de horas. Los japoneses se afianzaban en Malasia y las noticias de sus victorias en toda Asia llegaban a Singapur hora tras hora y, sobre todo, ocurrió el desastre del 10 de diciembre, fecha en que la aviación japonesa envió al fondo del mar a la escuadra de Phillips (26).
Para Singapur fue un mazazo terrible. De golpe comprendieron que el mar estaba en manos de los japoneses, que sus aviones no podían competir con los modernos cazas y bombarderos de Tokio y que en esas condiciones una victoria en tierra resultaría poco menos que imposible. Este análisis se haría trágica realidad para la isla a lo largo del mes de diciembre.
Los bombardeos japoneses de Singapur se hicieron rutinarios, dejando tras cada incursión un promedio de 400 víctimas y una estela de destrucción. Los heridos por estos bombardeos más los que llegaban del frente malasio apenas cabían en los hospitales de la isla. Los trenes que cruzaban el estrecho transportaban cada vez más muertos y heridos y menos estaño y caucho.
El ejército británico estaba siendo arrollado en Malasia.
Sus unidades peor equipadas y entrenadas para la lucha en la jungla, bastante hacían con retroceder cada día a una nueva línea defensiva improvisada y combatir desde ella antes de iniciar una nueva retirada hacia el siguiente escalón. Las tropas ligeras japonesas, a menudo en bicicleta y sin otro equipo que un short, el fusil y la munición, penetraban profundamente por los inevitables huecos que dejaban los británicos y envolvían sus posiciones, copando unidades enteras o haciendo inútiles las trincheras penosamente excavadas. Por otro lado, los japoneses invalidaron la teoría británica de que en Malasia era imposible combatir con carros dado lo quebrado del terreno: casi 200 tanques lucharon con pleno éxito en aquella campaña, mientras que el ejército del Reino Unido no disponía ni de uno solo, ni había preparado trampas anticarro ni tenía armas adecuadas para combatirlos.
A finales de 1941 la mitad de Malasia estaba en manos japonesas y con esas conquistas territoriales, la mitad de su producción de estaño y una sexta parte de la de caucho.